La fuga de datos de Facebook, a manos de la consultora Cambridge Analítica, condujo a la obtención y manipulación irregular de datos personales de 87 millones de usuarios de la red social. Esta violación ha tenido consecuencias de gran impacto social, político y económico. El propio Mark Zuckerberg ha reconocido ante el Congreso de Estados Unidos que es necesario un nuevo marco regulatorio de Internet.

Por otro lado, en Europa estamos a poco más de un mes de la entrada en vigor del nuevo Reglamento General para la Protección de Datos GDPR, el próximo 25 de mayo, y la mayor parte de las empresas que pueden verse afectadas ya están tomando o han tomado las acciones oportunas para adaptarse a los cambios que la normativa impone.

Así las cosas, parece obvio que existe una preocupación a nivel mundial por la protección de los datos personales que circulan por Internet, y también que es necesaria una mejora sustancial en los mecanismos de protección de la privacidad de los usuarios.

¿Cómo puede la tecnología “blockchain” contribuir a mejorar el nivel de protección de los datos personales en Internet?

La cadena de bloques funciona como un registro distribuido donde se almacenan una serie de operaciones del tipo que sea. Cada cierto tiempo se genera un bloque que contiene toda la información de las transacciones realizadas en ese período de tiempo. Cada bloque es verificado por todos los usuarios de la cadena y, si hay consenso, se almacena justo a continuación del bloque anterior. La cadena no es controlada por un tercero y la información que contiene está descentralizada, es decir, no existe una copia única, sino tantas como nodos existan en la cadena.

Además, cada usuario tiene una clave privada encriptada que contiene toda su información y garantiza su identidad, y una clave pública asociada a la privada en la que se muestra la información que el usuario permite que vean los demás. Ningún otro miembro de la cadena puede ver la información contenida en la clave privada, sino solo la contenida en la clave pública.

Habiendo entendido este funcionamiento, es fácil imaginarse cómo la tecnología “blockchain” puede introducir mejoras en la gestión de identidades o en el registro y verificación de datos personales.

Gracias a ella, podemos crear una identidad digital propia a prueba de manipulación, aplicable en lugar del clásico usuario y contraseña y también como firma digital. Los datos de nuestra identidad se almacenan en un registro distribuido inalterable, mucho más seguro y transparente que las tradicionales bases de datos gestionadas o no por un tercero.

También podríamos hablar de una nube de datos distribuida: un sistema P2P (peer-to-peer) donde se almacene una copia de toda la información que contenga la nube en cada uno de los nodos pertenecientes a la red, permitiendo así que los datos sean mucho menos vulnerables frente a ataques de “hackers” o problemas técnicos ya que la información no está alojada en un solo espacio, sino en tantos como usuarios de la red existan.

La tecnología “blockchain” va mucho más allá de bitcoin y de su aplicación en operaciones financieras. Tiene cabida en casi cualquier operación cotidiana, e iremos viendo cómo su uso se va ampliando y popularizando con el tiempo, con independencia de la caída o no de la moneda virtual. Las redes distribuidas aportan a sus usuarios mayor independencia, transparencia, inalterabilidad y seguridad que los sistemas de almacenamiento y protección de datos personales conocidos hasta ahora.

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